La evidencia que las energías renovables contribuyen decisivamente a la garantía del suministro energético a largo plazo, todavía parece que no es una justificación para que se haga factible en la actuación a nivel mundial. Es en este punto donde cada uno debe hacer su propia reflexión del por qué está siendo tan lento.
Los diferentes conflictos relacionados con el asentamiento de las energías renovables muestran que el cambio hacia un modelo energético sostenible será difícil, ya que implica un cambio de mentalidad que afecta a la percepción del territorio, del entorno inmediato, de la manera de vivir y de consumir productos y servicios.
Los sistemas convencionales de generar y consumir energía tienen impactos muy graves para los ecosistemas, pero se producen a distancias más lejanas en el espacio y el tiempo, en otros lugares y hacia el futuro, lejos de nuestra percepción. Esto nos sumerge en una ignorancia muy urbana sobre la problemática de fondo de la ecología y se combina con un consumo desaforado que ha hecho que muchas personas hayan descubierto los impactos ambientales sólo en relación con las energías renovables.
Si vamos más al fondo podemos hacer diferentes valoraciones al respecto.
No se considera que la energía es mucho más que los servicios energéticos que necesitamos (luz, calor, frío, información y movilidad), sino que también se encuentra concentrada en las cosas que nos rodean (desde los alimentos que comemos y la ropa que vestimos, al ordenador con el que estoy redactando este texto, o el vehículo en que me desplazo).
Los propios sistemas generadores de energía necesitan también de un consumo energético para su fabricación, transporte, montaje y mantenimiento.
Además, poca gente sabe que la energía final que consumimos en bienes y servicios es sólo una fracción de la energía primaria que se ha gastado en producirla. Poca gente es consciente de que mantener un nivel mínimo de bienestar, al que no se está fácilmente dispuesto a renunciar, implica el consumo de grandes cantidades de energía. Y que el consumo energético elevado de nuestras sociedades persiste aunque se apliquen las medidas técnicas más radicales de ahorro y eficiencia.
Solamente si nos creemos la urgencia de hacer frente a la degradación ecológica acelerada seremos conscientes de la problemática ambiental.